
Recuerdo desde niño su sobria y robusta imagen, aquí al lado en la Porvera cuando aun salíamos del antiguo colegio de los Marianistas por la puerta que del recreo daba a la calle Gaitán, más lejos y en el Pilar después, y las idas y venidas (con rayo incluido) al bellísimo y también muy cercano y colosal templo de San Juan de los Caballeros, en el que augusto y sereno permanece y a donde poco, muy poco voy a verlo.