Hay un principio, comúnmente aceptado, sobre la extensión del cuento en el que se nos indica que ésta deber ser tal que nos permita leerlos en una sentada, y en una sentada leí yo los nueve cuentos que Montero Glez nos regala y reune en "Besos de fogueo".
Contundentes, directos, muy fuertes. No siempre es sencillo fijar limites definidos a los cuentos, pero tampoco es imposible y Montero Glez bien lo demuestra. Y por encima de todo habilidoso y canallesco, como es en él habitual, nos lo explica en el prólogo diciéndonos que estos cuentos fueron eso, solo cuentos, antes de convertirse en novelas, y tendremos que creerle. Quizás por ello yo he disfrutado mas con los del principio, los de la época de la Restauración forman parte de la aún caliente para mi "Polvora negra".
Violentos, sucios, fatales, sexuales, ambiciosos, sarcásticos, en definitiva cercanos y reales, pero sobre todo prodigiosamente contados, que es lo que cuenta en los cuentos. Magistral e imprescindible, sobresaliente "El último Sacramento".