"Ahora sé que la mera presencia de un libro en una biblioteca, en una habitación o en una maleta no es algo inocuo o inocente. El propietario de un libro, sea quien sea, es víctima y beneficiario de su influjo... ¡aunque no lo lea! (quizá sobre todo cuando no lo lee). El libro, su estilo e historia, sus palabras y su mensaje irradia una misteriosa corriente que afecta a todos los que de un modo u otro, están en contacto con él."
Pasado el mediodía entraba por Medina, esa calle que abraza a mi teatro, y a una de sus puertas los camiones cargados con baúles y paneles y muebles de la escenografía, tras de ellos despistado mirando a ese paisaje un veterano actor de acentos argentinos, claros como la plata y dulces como el vos que usan los esas tierras (era y es, y esta tarde-noche pisando las tablas será más, aunque él y otro Sacristán pretendan hacernos ver que son menos, Héctor Alterio), alguna reciente lectura me impulsó a acercarme respetuoso pero como siempre impertinente y plantearle una pregunta: ¿Hay que conocer muy bien la identidad de un personaje para poder interpretarlo? No, fue su rápida respuesta, lo único que el actor debe tener presente es el papel que se escribió para el personaje. Creo que mi silencio debió parecerle síntoma de perplejidad y añadió: mira ahora a nuestro lado, seguro que ninguno conoce totalmente la compleja identidad de los personajes que andan representando y, sin embargo, casi rozan la perfección interpretativa.
* Cerrar un libro de d´Ors y mirar si son pares o nones mis entradas sólo para saber cual de los pasillos del teatro habré de recorrer hacia mi butaca.
1 comentario:
No sabía yo que ud era la Sra. Propietaria del Villamarta...a sus pies.
Sara Bernard.
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