El chapoteo de las sucias pezuñas se escuchaba desde muy lejos de la apestosa charca, eran ya indistinguibles insignias, uniformes, trajes, hábitos, vestidos, condecoraciones. Y nadie en el furor de la nefanda fiesta, (la ménáge era tremebunda), recordaba por quien habían sido convocados a la ignominiosa ceremonia: Políticos, banqueros, jueces, sindicalistas, policías, obispos, notarios, farmacéuticos, veterinarios, catedráticos, directores de cine, empresarios de hostelería, videntes, economistas... A todos les
unía su ilimitada, su infinita, su inmensa COBARDÍA.
unía su ilimitada, su infinita, su inmensa COBARDÍA.
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