Caía la tarde del pasado viernes cuando mis manos cerraban, tras haber disfrutado con su lectura, las duras pastas (no menos lo es su interior) del libro de Montero Glez que novela con ritmo canalla el atentado a Alfonso XIII el día de su boda.
Tenso y hábil en las maneras de contar el autor nos trasmite con increíble fuerza narrativa las negras y apestosas entrañas de ese perro putrefacto que son los servicios secretos de un Estado, por desgracia el nuestro.
Cafre y descarnado retrato, perfectamente dibujado, el de un teniente Beltrán magistralmente incrustado en el Madrid de su época: "A finales del siglo XIX el joven Beltrán se alistó en la Guardia Civil. Dónde iba a estar mejor si allí podía mentir, estafar, asesinar y encima por todo ello premiaban. Así que muy pronto se distinguió por sus ideas, malas como un dolor. Así se fue forjando la leyenda de el guardia civil modelo, ideado por el duque de Ahumada, fundador de un cuerpo que mantuvo durante años el hedor corrupto de la represión. Paso corto, vista larga y mala intención era su lema."
Pero como casi siempre las imposibles casualidades, tras la cena y sentado a la mesa de camilla, jugando con el mando a distancia de la televisión, pasando sin interés por un canal y otro, dejo una de las cadenas nacionales en una de sus interminables pausas publicitarias, me levanto y al volver a la mesa mi sorpresa: en la televisión están entrevistando a Luis Roldan, si el que fue director de la Guardia Civil con Felipe Glez, curioso. Como la macabra broma de ese Roskopf siempre atrasado, que más que retrasar regresa.
Y de fondo, en las tabernas de un Madrid que aún existe, los cantes de Torre y de Chacón, los carteles de toros en las paredes...y por supuesto los espejos. Lean "Pólvora Negra", tiene el sabor de las almendras amargas.