En la infancia yo ejercí con fervor la adoración al tigre...,al tigre rayado, asiático, real, que sólo pueden afrontar los hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas en el zoológico; yo apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres. Pasó la infancia, caducaron los tigres y su pasión, pero todavía están en mis sueños.
Y leyendo esto debió vencerme el sueño, pues al despertar el libro de Georgy estaba sobre mi pecho abierto en esas paginas, con cuidado lo retire y me disponía a desayunar, cuando ante mi en la prensa del día, una de las noticias contaba lo siguiente: Un tigre siberiano muere devorado por sus compañeros de jaula en un zoo chino. Perplejo y aturdido, no recuerdo si tomé el café o se quemaron las tostadas, miré (ya sin asombro) las borrosas cosas que me rodeaban e inexplicablemente sentí, como reconociendo una música o una voz, que ya me había ocurrido todo esto. Entonces fue descendiendo a mi memoria, de forma interminable, un vértigo de recuerdo, quizás, tal vez no me había despertado, ¿o no me había dormido?, o definitivamente esto no era un sueño.
* El libro que al parecer durmió sobre mi pecho, mientras yo intentaba cazar tigres, era "EL HACEDOR" J.L.B 1960
2 comentarios:
Tu lo que quieres es que te coma el tigre, tus carnes morenas.
Ta queao estroncao y tan dao la der Tigre , pare .
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