Fue el domingo al volver de la vieja alameda, con la prensa y los libros bajo el brazo, ya casi aquí, muy cerca de la casa, en Tornería sentí rozar el torno, saludando a Rosi y a Maruja junto a la puerta de la heladería, los besos, los cumplidos, la referencia al tiempo (esta vez de verdad si es primavera, cambiante, fría y lluviosa y calurosa) y de una forma ingenua, como sin darme cuenta, me referí a mí espalda, sin llegar a la queja alerté a los demás de mí molestia.
La tarde como tantas me pasaba entre los suplementos de los periódicos y en la columna el tenue picotazo, una gota monótona golpeando, un pinchar sordo, aparté de mi la prensa, busqué abrigo en las páginas del ciego, lo hojeé sin un camino cierto, saltando de una senda a una vereda, de vez en cuando entre la maleza, en semisombras, vi pasar al tigre y puede que siguiéndole acabé en su poesía, las tardes, los espejos, los ciclos, el río...Sabéis que no es la parte que más gozo de su obra, pero fluyó el recuerdo, de algún sitio, de alguna circunstancia, emanaron los versos concordantes, articulados por el otro poeta que quizás casualmente o tal vez por azar hace poco pasó por el jardín dejándome esta analgésica receta:
Y tú, rosario de huesos, columna vertebral,
que no desgranará ninguna mano,
aleja de nosotros esa hora enemiga,
roguemos por el río que nos siega la vida
y hacia nuestras pupilas inquieto se apresura.
J.S.
* Nota aclaratoria para el inquieto, confuso y a lo mejor por eso actualmente nervioso Mahandry Sabanduky: Las iniciales J.S. al pie de los versos no corresponden a Jaime Salinas, no, sino al montevideano Julio Supervielle, si el mismo que hace días estuvo con nosotros entre los pastizales con las vacas. Y sobre el encabezamiento de la entrada no empieces a enredar con el monumento funerario a Granero, la sevillana calle mármoles, algún bar de ese nombre en tiempos frecuentado, no, Mahandry,no, acuérdate de la capilla del colegio que tan raras veces visitabas. No, Mahandry, no, las columnas de la fotografía no son las que se llevaron del templo de la calle mármoles a la Alameda, ni esa era la alameda a la que yo me refería, estas están cerca de Soria, animal, no ves el páramo y la luz de ese cielo. ¡Qué cruz!
1 comentario:
No oso decirle nada al respecto , señorita . Como siempre , me inclino ante sus inmarcesibles finales de las extremidades abdominales ,desde el tarso a las uñas , pasando por el metatarso y los dedos .
El Virginiano
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