Hablando con mi madre de un reciente viaje a Cádiz me comentó que la noche anterior la había llamado el primogénito de sus nietos, mi sobrino Juanma, para comunicarle sus excelentes calificaciones finales del curso y decirle que está preparando con ahinco e ilusión los exámenes de selectividad que realizará en Huelva en unos días.
Me alegré de sus notas y de su responsable y esforzada actitud ante el proceso selectivo que le abrirá las puertas de la Universidad. No todos los jóvenes adolescentes son ahora apáticos y negados al sacrificio ni todos los de otras épocas fuimos ejemplo de lo contrario (v.g. : yo).
No sé si alguna vez llegaré a asimilar que la Constancia es mucho más que la jerezana barriada vecina de la plaza de toros pero puedo estar seguro de que si se encuentra entre las virtudes ésta no formó nunca parte de mis hábitos de estudio.
Y recordé de nuevo Cádiz, por ahí había comenzado la conversación con mi madre, una ya muy lejana tarde, de hace más de 25 años, a las 5 (que torero) en el que en aquel momento era el numero 5 de la plaza Fragela, junto al Falla (que teatrero), en la Facultad de Medicina y en su aula Nº 5 hice las primeras de las pruebas de mi examen de selectividad (la conferencia versó sobre el reflejo de las enfermedades fisiológicas en la planta de los pies y el comentario de texto se centró en uno de los peripatéticos escritos de Aristóteles).
La noche la pasamos divertida (como casi todo por aquellas fechas) en mi querido Puerto Real (yo estudiaba en el colegio de Miguelito el Carzo) en casa de Fernando López, el Tropicoco, en cuyos bajos se encontraba el Atenea, regentado por su alocada hermana Palmira, lo más parecido a un pub que tuvo y ha tenido en su historia el pueblo de los Cervera (ya regido, pero todavia no propiedad, en aquella época por Barroso, el actualmente supuesto enemigo del suegro de la periodista).
A la mañana siguiente nos llevó a Cádiz, en un coche oficial, el asistente del padre de Fernando que era medico de la Armada, y como siempre, más entonces que ahora me parece, hubo problemas de circulación a la salida del puente de Carranza y a punto estuvimos de no llegar a tiempo a las pruebas de ese día, que eran las de las asignaturas y se sorteaban. Yo era de letras puras y no sé porqué no quería que nos tocase el Latín (el Inglés aún no entraba en la selectividad) pero la compañera a la que designaron para elegir el sobre con las materias escogió la papeleta en la que estaba la lengua de Virgilio. Sobre las dos de la tarde ya nos encontrábamos sentados al rededor de una de las mesas del cercano Nono comentando como nos había ido el examen.
Pasados dos o tres días llamaron a casa de la secretaría del colegio de Puerto Real para comunicar que yo había aprobado y mi madre subió a mi habitación a decírmelo.
A mi sobrino Juanma, y a Miriam una de las sobrinas de mi mujer que se encuentra en su misma situación, no es necesario, debido a su entrega en los estudios (Juanma se parece bastante más en esto a su tía Carmen que a mi) que les acompañen extrañas reuniones numerológicas de ningun tipo, selectas coincidencias o imposibles casualidades, pero les deso que la suerte esté con ellos ese dia (como lo ha estado conmigo, aunque muchos no lo crean, a lo largo del tiempo).
1 comentario:
Y yo ¿por qué entiendo perfectamente lo de la Constancia, la Facultad de Cádiz e incluso lo de Miguelito, aunque nunca lo conocí personalmente, gracias a Dios?
Por cierto, yo era de ciencias ¡Ah!y también entiendo lo de la suerte: le creo.
Mucha suerte para ellos.
El Marqués de Santileches
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