En el inmenso hall de un monstruoso aeropuerto recogimos, por verlo desvalido, a un pedante y pesado psicólogo argentino, le dimos mate, la mejor mezcla que todavía quedaba de yerbas uruguayas y un termo precintado con agua bonaerense muy caliente, se recobró en sus fuerzas y retomó el discurso del enredo. A alguien me recordaba y al cabo de un instante por la megafonía llamaban a Mahandry Sabanduky. Y pensé que era un sueño, y le arrebaté al barbudo el termo y la bolsa del mate, y sorbiendo la caña apareció despacio el por los altavoces reclamado, y no supe cual de aquellos seres me producía más ternura, si el psicólogo, el argentino, Sabanduky o Mahandry.
Y al final daba igual, animalitos. Y vimos el espejo del fondo de aquel termo y las briznas de hierba al fondo del saquito.