6 de octubre de 2008

SERENO INVENTARIO DE CONTEMPLACIONES

Gratamente maravillado ha resultado mi espíritu al ver y mirar, al leer de forma vigilante, un minucioso diario de aparentes pequeñeces, de apasionadas crónicas de lo mínimo y cotidiano, que observadas con detenimiento me han conducido a una inquietante estupefacción.
La amena y serena descripción del deleite, de la mística y común unión con lo supuestamente minúsculo, me ha hecho disfrutar de un relato claro y rítmico, paradójico, tranquilizador y desasosegante, del goce de ver plasmada con infinita belleza la confianza y la esperanza en lo mejor y más recóndito de la condición humana.
El milagro de lo banal, la admiración del testigo que se siente observado mientras contempla. Hay muchas frases a lo largo de "El estupor y la maravilla" en las que Pablo D´ors nos define con concreción cual debe ser la actitud que nos predisponga al placer contemplativo; como en la cauta y justa observación en la que expresa: "Lo más inverosímil en nuestra vida es lo mucho que miramos sin ser capaces de ver", o aquella otra en la que nos indica "Todos los movimientos a lo largo de nuestra vida tienen un único propósito: aprender a estarse quieto".
Supuestas nimiedades, aparentes pequeñeces que nos perturban y retratan, que por saberlas ciertas nos cuesta más reconocer y admitir: " La mejor forma de conocer muchas cosas es atender sólo a una y el mejor consejo que puede darse a quienes quieren conocer el mundo es que se queden en su casa".
Meticulosa y vigilante inspección de todo lo supuestamente secundario porque es cierto que entramos en los museos en búsqueda de la belleza y no hay nada más bello que esa búsqueda que de forma sencilla y magistral nos enumera detalladamente, con la precisión de un minucioso inventario Pablo D´ors. Nada sucede exactamente como imaginamos; la imaginación nunca sabe ser tan espléndida como la realidad. Yo al contemplar estas páginas veo en ellas, y no por casualidad, el lado mas profundo y humano, más amable y sincero del sentimiento trascendente, la fe que acompaña e inspira a quien de forma tan hermosa y sencilla nos describe la grandiosidad de lo mínimo, una fe de la que yo carezco pero que no me impide sentirme estupefacto y maravillado, y porqué no, envidioso de ese don que no a todos nos toca.



* Entrañable el homenaje del autor a la figura del abuelo en el personaje del director invisible, sabios y acertados los consejos que sobre la creación literaria nos ofrece y que yo, no sin esfuerzo, he logrado reprimir pues no sé como le hubiese sentado a la legitima propietaria del libro el que se lo hubiese devuelto invadido de notas marginales, aunque fuesen a lápiz.

1 comentario:

carmen dijo...

Bueno como ves, yo poco a poco le voy perdiendo el respeto a los libros. Ya no los forro y soy capaz de señalar algunas páginas doblando sus esquinas. Creo que en breve me atreveré a escribir notas en ellos. Es cuestión de tiempo ¿o no?