Llegamos a la plaza, nos acomodamos en nuestras localidades, suena la música, se abren las puertas del patio de cuadrillas, solemne y colorido paseillo, y nada más. Ni siquiera enfados entre el respetable, ni mansos peligrosos rehuyendo la pelea. Nada.
* Cuando se prima y escoge un solo factor (la nobleza) olvidando todos los demás (la casta, la bravura, la fiereza, la fuerza...) salen al ruedo unos muy bonitos animalitos de gran parecido a los toros de lidia pero que nada en absoluto tienen que ver con ellos. Y esta tarde más, los juanpedros, el mismo encaste (nada de malo en ello, ahí está la historia) y el mismo criterio de selección (y ese es el malo), el que las figuras impusieron a los ganaderos, y claro sin toros no puede haber fiesta.
* Y Mahandry preguntando si esos que acompañan al que saltó a la arena haciéndose pasar por toro son familia de uno que apareció fotografiado aquí mismo hace unos días sentado sobre una mesa.
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