"Gregorio Marñón decía que el libro bueno es el amigo que lo da todo sin pedir nada a cambio: El maestro generoso que no regatea su saber ni se cansa de repetir lo que sabe, por su tinta corre un flujo de humanidad palpitante con fuentes en la misma divinidad. Si, es verdad, aunque no sean los libros tan generosos como nos dice Marañón. Piden mucha atención; piden espacio, orden y compañía de su mismo rango; piden la dependencia de su dueño, hasta el punto de que no soporte el vivir alejado de la presencia de sus libros. Quitan momentos de tristeza, pero la dan cuando nos revelan secretos que preferiríamos no haber conocido. Nos salvan la vida al ponernos al borde del abismo. Quietos y silenciosos, nos despiertan la curiosidad y nos arrastran a mayor curiosidad creándonos conciencia de ignorancia. Nos expulsan del paraíso por haber querido saber tanto como ellos."
Y de nuevo el Regreso y El juego peligroso:
Para curarme de melancolía
escribí versos: no sirvió de nada.
Quien sufre de nostalgia se acomoda
a convivir con ella y no la vence
aunque mienta inventándose la vida.
Perdí mi juventud por desdeñoso,
despilfarré mi paz para ser sabio
y malgasté mi ingenio en lides vanas.
Más nada conseguí, sólo el espejo
que guarda y que sostiene mi demonio.
Me lo acerca cruel de madrugada.
Me despierta de un lecho en el que un niño
ríe en su eternidad despreocupado.
"Mira, pues me llamaste, hasta que extremos
de soledades te llevó tu orgullo."
Y los libros y Paco y Marañón y los espejos y los reflejos y Borges y los libros y los libros y Borges y Marañón y Paco y el periódico y el Regreso y Las Tardes y las melancolías y un velador de hierro y mármol y un balcón a la calle abierta como un libro que nos hiere y enseña, que nos hace y deshace, que nos abre y nos cierra, nos hojea y nos guarda y nos olvida y nos deja olvidar y nos recuerda.
1 comentario:
Sin embargo,recuerda,
hay libros peligrosos
que roban pensamientos
e inducen al desastre
que dejan al lector
perdido en el desierto
de sus lustrosos juegos
de palabras vacías
y líneas sin zigzag,
desesperantes.
Joe Bujío
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