Recuerdo haber visto hace mucho tiempo una película de los años treinta sobre el paraíso de los negros, no puedo recordar su título, en la que los protagonistas, todos de color, una vez fallecidos tomaban un autobús que los conducía a un cielo particular en el que les franqueaba la entrada un muy moreno san Pedro y eran llevados por bellos ángeles mulatos ante la presencia del padre eterno, un venerable anciano de negror más desvaído, eso si con barbas y melenas de un intensísimo color blanco. Bien, no sé como habiendo la que hay liada en nuestra pequeña ciudad con el transporte público nos hacen mucha gracia los juegecitos que han traído importados consistentes en decorar los autobuses urbanos con unas grandes pegatinas que nos informan de la probabilidad o no de la existencia divina. Los gestores de las agencias de publicidad deben de estar encantados con los beneficios que les reportarán tan infantiles campañas.
Y todo esto viene a cuento por el artículo de hoy del maestro Bejarano sobre la visibilidad de los ateos y un comentario que en él ha dejado el bueno de Mahandry. Yo, que como sabéis no he estado nunca en contra de los prejuicios religiosos y no tengo duda alguna sobre la existencia de Dios, no hay más que coger un diccionario para encontrarlo, os pongo un enlace para que seáis vosotros los que juzguéis.
1 comentario:
Buenísimo el artículo. Me gustó mucho eso de la soberbia de los ateos. Y de la peli tuya no se pero me recordó (será porque lo he leido recientemente) al libro de Cronicas Marcianas de Bradbury.
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