Arrieros de Gotia o palafrenes
de aventureros septimanos,
quién sabe si escuderos,
gente, en fin de, caballos
y de arnés y de forja.
Nómadas en la tiniebla desmentida
por la blanca ignicencia del estribo
de la hebilla y del freno.
Viejecillas de arena
y polvo del alfoz acuchillado.
Almocrebes, tal vez, mucho más tarde,
herradores, albéitares, carreros
en los vientres sangrientos de la historia
y en la larga vereda amenazada.
Postillones más cerca, o burguesía
de postas y tranvías provincianos,
gentes aún con el mandil de cuero
y temor a la peste y a los ricos.
Como ciegos caminos, quizá, de vez en cuando,
artesanos sin látigo, ya ves, como nosotros
que parecemos últimos. Y eran
postreros cada vez que los escogían,
instrumentos menudos y materia sin sangre,
pero había
caballos azotados en sus sueños.
C.B. VII-I-MCMLXXXI
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