Por fortuna propia y para desgracia ajena pensar ha sido siempre poner en cuestión el orden del mundo y al mundo lo ordena el poder. Quien piensa cuestiona, pues, el poder. De ahí que pensar sea una actitud peligrosa.
¿Por qué nos esforzamos tanto en descifrar lo inútil?
Si aprender a olvidar es el único antídoto,
la puerta a una existencia soportable.
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