22 de junio de 2007

RECORDANDO A FUNES

Hacía más de treinta años (desde 1935) que Jorge Luis Borges no podía mirarse al espejo. El 14 de junio de 1986 se miró en el espejo de la muerte y lo atravesó, para seguir mirándose desde el otro lado. Esos 31 años que sobrevivió a la ceguera le desarrollaron la mirada interior, le permitieron ver cosas que los hombres que pueden ver generalmente no ven. Pero la ceguera induce a la soledad, que él trató de romper mediante una conversación al parecer interminable. En el fondo hablaba soñando.
Sus funerales fueron relativa y premeditadamente solitarios. Amó a su modo la vida, las mesas redondas, las discusiones en televisión, los actos públicos. Se declaró cortésmente ateo, pero las honras fúnebres se celebraron en la catedral de Saint Pierre, según el rito ecuménico. Ahora reposa en el cementerio de Plainpalais, después de haber sido velado en la Chapelle du Rois. Permaneció durante Horas solo en la capilla de notables. En sus exequias había tan poca gente como para pensar, si nos atenemos al número, que se sepultaba a un desconocido. La vida en Ginebra transcurría normalmente. No sucedía nada extraordinario. Se enterraba a un extranjero, en medio del silencio, aunque toda la prensa mundial se había hecho eco de su fallecimiento.
Con palabras como estas nos refiere Volodia Teitelboim el final de la vida de Borges en so obra "Los dos Borges, la vida , los sueños y los enigmas de Jorge Luis Borges". Hace pocos días se han cumplido 21 años de su muerte y su influencia en la literatura posterior es mayor por momentos, como anécdota puedo referir que en el último número de la revista Mercurio, panorama de libros, de la Fundación José Manuel Lara contabilicé más de 20 referencias a su persona o su obra. En el año 86 tras su muerte escribí una carta al periódico local que terminé con una frase que ahora me parece de lo mas pretencioso " al que supo conjugar el hieratismo de lo herético con la ductilidad de lo dogmático" y no la recordaba de memoria, la he tenido que buscar para recordarla, después de todo yo no soy Funes y 21 años no son la Historia de la Eternidad.

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