No deja de parecerme curioso y paradójico que una sociedad como la española, que parece concentrar todos sus esfuerzos en la búsqueda de hechos diferenciales, admita al mismo tiempo uniformidades que además de absurdas y antinaturales pueden resultar muy peligrosas.
En un Estado como el español, dividido en diecisiete autonomías (con competencias más amplias en muchas ocasiones que las que las Constituciones de algunos Estados Federales conceden a sus Estados Miembros), con diecisiete Consejerías de Justicia, diecisiete Consejeros encargados de dirigir sus administraciones, al menos cuatro lenguas admitidas oficialmente para dirigirse a las distintas instancias judiciales, el castellano o español, el catalán, el gallego y el eusquera, con diecisiete Tribunales superiores de Justicia, una Audiencia Nacional, un Tribunal Supremo y un Tribunal Constitucional, pues bien, me parece paradójico que ante tal marasmo de instancias y diversidades políticas, administrativas y judiciales, por encima de toda lógica, prudencia y aspiración o deseo de eficacia, prevalezca la figura de un juez único, todoinstructor y omnidiligente que brilla como estrella sobre toda la diversidad y complejidad del sistema.
Ya resultó más que sospechoso, enigmático, que tras los más que arriesgados ejercicios de funambulismo, ocupar el segundo puesto en una lista electoral por Madrid tras el por entonces Presidente del Gobierno, su elección como Diputado, su indisimulada aspiración de hacerse con la Cartera de Justicia y la creación ex profeso para él de una Alta Comisión con poderes cuasi ilimitados, se olvidasen las informaciones a las que había tenido acceso y se le permitiese la vuelta al ejercicio de la carrera judicial.
Pero lo que más me sorprende y desasosiega es que una vez reinstalado en las más altas instancias judiciales no se limite a llevar a cabo una labor discreta y eficaz, capacidad y entrega es evidente que no le faltan, sino que cope todo asunto de envergadura para la vida nacional. Y lo realmente enigmático y misterioso es que esto sea admitido por todos. Insisto raro, extraño, enigmático que donde absolutamente todo se pone en entredicho, esta estrella siga en la plenitud de su fulgor sin que nada ni nadie le hagan sombra. Acatado sea Garzón, Juez Único y Verdadero.