"El automóvil se detuvo ante la verja de lo que parecía un inmenso jardín abandonado. Se diría, sin serlo, el de Bomarzo. El Sacro Bosco de Bomarzo. Difícil afirmar si otoño, invierno, primavera, de dónde procedía esa luz amniótica, tan remoto silencio...su atmósfera sonámbula."
J.C.W.
Cuando comencé a remover estas tierras tuve la fugaz intención de ir recogiendo las alusiones que en las habituales lecturas, en las no buscadas, sin pretensión alguna de inventario, fuesen apareciendo refiriéndose a aquel lugar de Viterbo que supo entretener y distraer de los incómodos espejos a un Orsini, pasado el tiempo sedujo a M. M. Láinez y me sirvió de titulo y pretexto para el encabezamiento de mis cabezonadas, alguna corazonada disfrazada y no pocas malas hierbas (humilde y mal jardinero), pero como los que conocen mi carácter saben ni la constancia ni el atenerme a disciplina se encuentran entre mis virtudes, y así por ahí quedaron dispersas en cuadernos, apuntes en papeles desiguales, subrayadas (a lápiz) en los libros, reseñadas con el incierto número de una página en servilletas de papel, errantes. Y de esta forma puede que otro 29 de febrero, de otro obligatoriamente olímpico año, sin que quizás recuerde esta de hoy, aparezca otra imagen ajena retratando aquel bosque, o tal vez no...y queden para siempre entre la yedras, en las musgosas ramas.