16 de febrero de 2008

DESPERDICIOS

Este fin de semana he leído una de las últimas y mas sorprendentes muestras de la efectividad del marketing editorial para colocar basura encuadernada entre los codiciados diez primeros puestos de las listas de ventas. El desperdicio de papel, que siempre podrá ser reciclado (para su mejor aprovechamiento) en rollos que cuelguen de dispensadores atornillados a alicatadas paredes, lo ha cometido aquí en España la editorial Salamandra, con la publicación de la novelita del irlandés John Boyne, "El niño con el pijama de rayas", el ejemplar por mi leído es de la 11ª edición, de octubre de 2007, la primera fue en febrero, supongo que para la campaña navideña sacarían alguna más.
El autor dublinés, formado en el Triniti College y en la Universidad East Anglia, en Norwich, se mantuvo en el puesto nº 1 de la lista de los más vendidos en Irlanda durante 35 semanas y ya ha sido traducido a 22 idiomas.
Pero la parte criminal del asunto es que el producto se pretenda comercializar dentro de ese genero que llaman (y de nuevo la publicidad y el marKeting) literatura infantil, ya Borges nos advirtió en alguna ocasión que tuvo la suerte de disfrutar de una niñez lectora en la que aún no había aparecido esa malintencionada nomenclatura.


* En Gelves, sevillano y muy torero pueblo, nació el 27 de febrero de 1816 Manuel Domínguez Campos, que durante una corrida celebrada en El Puerto de Santa María el 1 de junio de 1857 fue corneado por un toro y como consecuencia de l pitonazo se le desprendió un ojo que ante el espanto de su cuadrilla y del publico se arrancó y arrojó a la arena exclamando: "desperdicios". La leyenda taurina coloca esta anécdota como el origen del mítico apodo del diestro, aunque taurinos cabales y estudiosos serios de la historia del arte de Cúchares sitúan la razón del sobrenombre en una frase de Pedro Romero que viéndolo torear de niño proclamó: "Ese chaval no tiene desperdicio". En cualquier caso, y sea como fuere, son de mucho más provecho las anécdotas de los goyescos toreros que el librito de marras del irlandés.

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