Pensándolo de forma fría y sosegada, me parece que no pondría ningún inconveniente ni objeción a la posibilidad de instauración en España de una 3ª República, eso si, mediante el necesario consenso que abra un proceso, no ya de reforma, sino de clara y directa convocatoria a Cortes Constituyentes que dotasen a España de una nueva Constitución, que no sólo es necesaria para que quede definitivamente fijada la figura de la jefatura del Estado, sino primordialmente el modelo territorial, administrativo y competencial del mismo, de manera que no fuesen parches coyunturales y equilibrios chapuceros momentáneos, que a nadie satisfacen y a ninguno completamente agradan (especialmente a las extemporaneas, pero útiles y determinantes para la gobernabilidad del Estado, representaciones nacionalistas). La actual situación, que al parecer es, de madurez (política) y estabilidad (económica), de la sociedad española pueden permitirlo, y por lo tanto no son necesarios ni disfraces ni componendas, la sombra fascista del dictador y la marxista de su posible relevo tras el 75, están ya definitivamente enterradas.
Esta nueva Carta Magna, esta nueva Constitución, y el régimen que de ella surgiese, dejarían al menos claro que esa 3ª República no proviene de la 2ª, germen patógeno de nuestra funesta guerra civil, propiciadora de la dictadura franquista, y origen legal y pacifico (la por casi por todo el arco político denominada modélica TRANCISIÓN) de la situación actual, en la que legalmente se incluyen la realidad territorial de un estado nacional formalmente unitario y administrativamente diverso, un Jefe del Estado con titulo de Rey, y unos símbolos nacionales para todos vigentes, himno y bandera. En nuestra voluntad está el cambiarlo todo y construir con acuerdo un futuro, crear sus normas, nuestras normas, las de todos. El pasado es el que nos legaron, este momento no puede ser más que el que estamos haciendo, pero ese, lo analizaran los historiadores.