25 de septiembre de 2007

MANOLETE Y JOSÉ TOMAS

Yo no vi torear a Manolete, pero su personal tauromaquia cordobesa se confunde con los más remotos orígenes de mi afición por todo lo taurino. Supe desde niño que mi abuelo materno, Federico Barranco, utilizó negra corbata durante los últimos meses de 1947 en señal de luto por la muerte del hijo de doña Angustias Sanchez. Pienso que Manolete representó para mi abuelo lo máximo en la fiesta, y no sólo para él, son legión los que le acompañan en esa admiración.
Ni vi torear al último de los Califas del toreo, ni conocí a mi abuelo cordobés, egabrense para más señas, pero intuyo por las fotografías y las grabaciones cinematográficas, aparte de las crónicas taurino-literarias, que sus respectivos caracteres no debieron ser muy diferentes.
Manuel Rodriguez Sanchez fue valor sobrio, quietud, dominio técnico, adusta Roma cordobesa, silencio de senequistas olivares. Manolete trajo al toreo una linea vertical marcada por la quietud, una silenciosa armonía.
Cuando se habla de las visiones personales del toro y sus tauromaquias, yo no las entiendo sólo como estilos, escuelas y técnicas; sino más bien como caracteres y personalidades, en todas las diferentes manifestaciones artísticas, de cualquier índole, lo que en realidad diferencia a unos artistas de otros, en especial en el mundo del toro, son los matices de la personalidad.
El toreo es un arte en el limite de lo humano y en el límite de la vida: a las puertas de la muerte. Un rito que se repite con las mismas reglas, en expresiones diferentes, únicas. El toreo entendido como una cosmogonía compleja y plena, con muchos universos enfrentados y paralelos, un laberinto, un caleidoscopio.
Ha José Tomás si lo he visto torear y es en el que distingo cierta cercanía con esa concepción de la estética taurina, comparte lo profundo y fundamental, interpretándolo en su personal manera. A José Tomás lo cogen mucho los toros, y es natural, normal -la norma-, porque se pone en el sitio en el que los toros embisten, que es el mismo en el que pegan las cornadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Otra vez el toreo entra por los nuevos cauces de un genio, y otra vez un torero genial se apodera de la época y hace época de él. Esta frase de Clarito iba dedicada a Manolete, pero en la actualidad se podría decir lo mismo del de Galapagar.