2 de junio de 2008

EDUARDA


Miraron hace días con cuentahílos las infantiles y fraternales fechorías perpetradas ingenuamente a los animalitos que en nuestras blancas manos tenían el infortunio de caer. Uno de estos inocentes seres, especialmente paciente para nuestra infantil sorpresa, fue una tortuga, galápagos hubo muchos, eran muy corrientes, pero tortugas sólo dos, una tropical de intensísimo tono azabache con pintas naranjas, amarillas y verdes tanto en su piel como en su caparazón, y otra mora, de abultada concha, traída de África, y que tuvo por nombre Eduarda.

El comentado artículo de Carmencita, leer esta mañana una cariñosa carta del probo y venerable Pepe Valle editada hace unos días en el periódico, y recordar quelónidos me ha conducido de nuevo al Sacro Bosco y sus monstruos que tanto ayudaron al bautizo de este humilde blog.

He escuchado decir que la deidad sostenida por la colosal tortuga gira al alba lentamente, vibra y oscila a ciertas horas, y a veces pienso que puede ser verdad, ¿o no?



2 comentarios:

carmen dijo...

Es curioso, tu recuerdas las tortugas y Alvaro Argüelles me comentó que no había citado a los gusanos de seda, y es que a las primeras es practicamente imposible hacerles daño, y a los segundos los teniamos a mesa y mantel, siempre observados en espera de su transformación. Un abrazo

Anónimo dijo...

Venga lechuga y venga hojas de morera...

The virginian