Me disponía a abrir la portezuela del buzón cuando escuché el saludo, a media voz, a mis espaldas:
-Hola Pedro.
Me volví y al verle, mientras él recogía sus folletos y revistas de oculta y oscura medicina de su compartimento postal, le respondí:
-Hola Paco.
Como en él es habitual, en su compuesto y estudiado gesto de despiste, apartó de mi la mirada. Nada había de extraño hasta ese momento, tomó la dirección del primero de los patios e introdujo su llave en la cerradura de la puerta de su consulta, en la que ejerce la nigromancia oficial.
Subiendo las escaleras con las cartas en mis manos vi que uno de los sobres llevaba mi nombre escrito en caligrafía no desconocida. Al llegar a esta mesa tomé la plegadera y abrí el sobre, contenía un tarjetón de cartulina verjurado en suave y discretísimo tono ocre (siempre tuvo un gusto exquisito a la hora de elegir el papel) con las iniciales M.S. troqueladas en el ángulo superior izquierdo.
Tras un breve primer párrafo en el que me daba cuenta de la administración de intereses que nos son comunes y que aquí no vienen a cuento, la parte interesante, sugestiva o como a bien tengamos llamarle. El díscolo mahandry ya tenia constancia de la transcripción de su peculiar aventura onírica expuesta en la anterior entrada, aunque me explica que más que una mera transcripción de su experiencia ve en mi escrito una interpretación aclaradora y tranquilizante, ¿? , que le ha servido para tomar a su cargo el estudio semiológico, e incluso semiótico, del escrito, que aunque, en su opinión, con varios lugares comunes, expresados eso sí, en la jerga más preciosista, no duda en afirmar que constituyen los símbolos de algo que aún no tiene bien dilucidado, pero que, desde luego, seria un disparate no tomarlos al pie de la letra y creerlos como verdaderos. Hasta aquí en su más pura linea mahandrinesca, pero continua con algunas preguntas de las que él se empeña en calificar como simples y sencillas, y para las cuales dice, mis respuestas pueden serle de muchísima ayuda.
Tras alguna digresión colateral en la que manifiesta su desacuerdo, no sé bien con quien, en la posible influencia del expresionismo cinematográfico alemán en la obra del autor estadounidense, se enreda en interrelaciones, para él muy claras, de las que pone como ejemplo el tema de la pesca en parte de la obra de E. Hemingway y la para mi desconocida hasta ahora amistad de Ordoñez con Wells (H.G. y no Orson aclara de forma gentil).
Pues bien, tras todo el maremagnun, gazpacho, potaje, batiburrillo o empanada, por fin la esperada pregunta: - ¿Podrían constituir sus remotos orígenes orientales, indio-pakistaníes un impedimento en sus intentos de que le sea concedida la utilización del titulo de conde de Berlanga de Duero, que él considera vacante, y para lo que ya ha impulsado los tramites ante el Ministerio de Justicia, acompañándola de las pruebas de su petición de amparo, mediación y protección al mismísimo presunto cura santo de Barbastro?
De nuevo, y pese a ser las horas centrales de la mañana, la cefalea, la confusión, la fatiga, mi ingenuo deseo de encontrarle un sentido a todo esto. Me levanto y me acerco a uno de los muebles de libros en el que se encuentran los tratados de botánica, de forma distraida, algo me conduce al tomo C, me detengo en el centeno, y nuevamente la c, el cornezuelo, en ese momento recuerdo el reciente fallecimiento, ya nonagenario, de Albert Hoffman, y si su descubrimiento no influiría en la inquietante actitud del ahora aspirante a mercedes nobiliarias.
Dejo el libro encima de la mesa y veo que sobre la butaca de orejas se han ido acumulando periódicos y revistas, los recojo y me dispongo a llevarlos al más próximo de los contenedores de papel, lo tengo aquí al lado, justo en la puerta trasera del colegio de San José. Al bajar las escaleras cargado con las pesadas bolsas repletas de periódicos observo que en la banqueta de la galería del patio, junto a la puerta de la consulta del psiquiatra, absorto en la lectura de un libro que sostiene en sus manos, está él, cruzo rápido y en silencio, ha habido suerte, no me ha visto.
Instantes hubo en los que sentí debilidad y a punto estuve de revelarle a Mahandry las identidades de la dualidad que tan extraños sueños le provocan, pero no, tuve entereza, recordé las altísimas instancias que por él interceden, además sé que disfrutará de la conversación con el andoba cuando cruce esa puerta.