7 de mayo de 2008

LABERINTOS

Cuantas cosas nos ocurren que nos parecen extrañas y lo mas sorprendente es que no las admitamos, que les busquemos sentido, que creamos que tienen una explicación, que inventemos esa explicación, que nos esforcemos en creerla, que actuemos apoyandonos en esas creencias que no consiguen engañarnos, que sabemos falsas y que nos asombremos de que continúen ocurriendonos cosas cada vez más extrañas.


Supongo que a estas alturas casi todos sospecharían quien estaba al otro lado del teléfono que tan insistentemente sonaba mientras yo regaba la recién florecida violeta, si era él, su voz se mostraba preocupada, intenté calmarle como pude pero comprendí que lo mejor era dejarle hablar, que se desahogase. Comenzó contándome algo acerca de un extraño y muy confuso sueño en el que él y una bellísima y muy joven mujer, eso si con aspecto de ballena (se extendió en las explicaciones del aspecto ballenaceo con irritante reiteración), escapaban de un baile en un elegante y céntrico piso del barrio de Salamanca y eran perseguidos por dos ancianos, bastante más interesados en la guapa ballena que en él, también insistió reiterativamente en esto, no les fue fácil escapar de sus perseguidores que pese a su avanzada edad se mostraban muy ágiles y veloces. En su huida se adentraron por las calles del viejo Madrid, me contó que consiguieron zafarse de sus perseguidores introduciéndose en un tétrico y laberíntico edificio repleto de singulares moradores, a uno de los cuales al parecer le escucharon hablando a solas bajo un farol rodeado de lagartijas identificarlo, al edificio o lo que aquello fuese, como La Torre de los Siete Jorobados. No terminó hay la cosa, no, él y su bello mamífero marino parece que encontraron un apacible y discreto lugar donde solazarse y después de un episodio que o yo no conseguí entender o él no expreso con la debida claridad, tras dormitar un tiempo no definido y después de fumarse unos cigarros, o mientras se los fumaban, ya casi nada me iba quedando claro, el y su amiga comenzaron una discusión en la que no se ponían de acuerdo, Mahandry defendía que él todo aquello lo había visto en una película y ella por su parte le decia que no, que recordaba con claridad haberlo leído en un libro. En lo que parecían estar finalmente conformes los dos era en el nombre de la protagonista, una tal Moby, tampoco parecían tener duda alguna en que el director de la película o el autor del libro era un tal Edgar Melville.
Yo al llegar a este punto además de confuso y nervioso empezaba a estar bastante irritado y en ese momento y con un tono bastante más calmado y sereno que al principio de su perorata el bueno de Mahandry me aclaró que nada de todo lo expuesto hasta ese momento tenia mayor importancia, que lo que en realidad reclamaba de mi era la respuesta a una según él sencilla pregunta, bueno dos aclaró en un ataque de sinceridad. Y por fin planteo la doble pregunta que no erara otra que esta: ¿Perico como se puede comprender a las mujeres, y la parte más importante, cómo puedo comprenderme a mi mismo?
Mire a la lagartija en la pared de enfrente, apagué mi cigarro en la maceta de la violeta, vi cruzar volando al cernícalo, escuche a las gaviotas y antes de colgarle le dije: Vale Mahandry, picha, te has lucido.

3 comentarios:

Jaime Garcigonzález dijo...

Coño , eso mismo vengo preguntándome yo desde que nací y mira que de entonces no me acuerdo muy bien . Ahora bien , lo fácil y por lo que opta una gran cantidad - cada vez mayor - de " hombres " es por volverse maricones. Como soy de los que creo que ni aún así te enteras , prefiero seguir como estoy , es decir , sin entender una mierda de ná .

Anónimo dijo...

La mejón con limón , vuelta y vuelta , pizca de sal y perejil al gusto .

El Virginiano

carmen dijo...

Perdón por la intromisión en vuestro confuso mundo. Mi artículo del próximo lunes es sobre José Tomás y aunque se lo dedico a quien me invitó a verlo en Feria lo hice pensando en tí. Un abrazo