9 de junio de 2007

La mesura en el gobierno

Para desgracia de los que creen estar embarcados en la nave que conduce a la última de las vanguardias de todas las progresias conocidas y para suerte de los que ante tal cumulo de engaños, demagogias y tomaduras de pelo a la masa no se sienten sorprendidos, pues siempre reconocieron en el pasado ejemplos que superan con creces el deletéreo papel de nuestros actuales gobernantes en políticas erráticas y desequilibradas.
Uno de estos proceres del descerebramiento en el ejercicio del poder lo tenemos en Vario Avito Basanio, nacido en la actual Siria y que fue Emperador de Roma del 218 al 222 de nuestra era, y del que se dice estuvo siempre muy influenciado por su abuela Julia Maesa, lo que nos indicará cuan nefasta puede ser la influencia de los abuelos en el desempeño de labores ejecutivas. Antes de ser aceptado por el Senado se compromete a seguir el ejemplo de Augusto y de Marco Aurelio.
Heliogábalo fue un homosexual declarado, lo cual era muy común en la Roma de aquellos tiempos, tuvo tres esposas, una de ellas Aquilia Severa era una virgen vestal, símbolo del hogar y del matriarcado, sagrados para el pueblo romano, y que fue forzada al matrimonio.
Nos cuentan las crónicas que de manera precoz fue atormentador de animales, vagaba por las calles de la ciudad después de la anochecida ofreciendo su cuerpo para el intercambio físico. A veces visitaba los burdeles, revelaba su identidad, arrojaba a las prostitutas y contentaba a los clientes. Para las ocasiones en las que no podía salir, establecía un burdel especial en el palacio donde, ataviado de mujer, ofrecía su cuerpo a los que por allí pasaban.
Al final se enamoro de un esclavo de colosal estatura, llamado Heriacles. Entonces ordeno otro casamiento, en el que él sería la mujer que se uniría al esclavo. Acto seguido tuvo lugar una impresionante escena de desfloración y una posterior luna de miel.
Heliogábalo termino por estar tiranizado por este ardiente gigante, siendole fiel, de acuerdo con su estado, y efectuando los deberes domésticos así como los eróticos de una buena esposa. Concibió la fantástica idea de abdicar en su esclavo, que se convertiría en Emperador, mientras él, Heliogábalo, habría reinado como emperatriz.
No piensen que estamos en momentos extremos de extravagancia gubernamental y aunque a ellos se volviese tranquilos, consulten como fue el final de esta historia.
¿Como se han quedado con este tierno relato los mujeros de las maridas?
Pedro Antonio Oteo Barranco










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1 comentario:

Anónimo dijo...

Un poco borde ¿no? y politicamente muy incorrecto, payaso.